Misa fronteriza es una obra llena de juegos de lenguaje, palimpsestos y reflexión, que invita al espectador a participar con placer en la transgresión que le ofrece. Una pieza que no se representa sino que se celebra, y que transforma a sus asistentes en feligreses bajo las indicaciones de los oficiantes de esta liturgia profana.
Luis Humberto Crosthwaite, autor de este texto emblemático de la literatura contemporánea mexicana,
dice que la suya es “una liturgia secular, terrenal, plena de esa
maldita felicidad que logra el animal de cantina con el corrido, el
bolero y la música de banda”.
La obra invita a cruzar muchas fronteras:
entre México y Estados Unidos, entre el espectador y la escena, entre
el texto sagrado y el laico, entre la ranchera y la música norteña, el
mariachi y el cowboy, el humor y la crítica seria, el ritual sagrado y
el ritual pagano que es el teatro.
Porque él mismo, llegada la
hora en que había de cruzar la frontera, habiendo dirigido a los suyos
hasta ese lugar donde se decía que no había tanta vigilancia, extrajo
los últimos alimentos que le restaban. Y mientras cenaba, tomó la
tortilla, la partió y se la dio a sus compañeros, mientras decía: "Tomad
y comed todos de ella porque esto es lo último que nos queda y la
jornada será muy larga".
Un acordeón, un bajosexto y una voz gangosa y sin entrenamiento, “que sepa contar hazañas antiheroicas”, acompañan la obra con música norteña ejecutada en vivo; y rinde también homenaje a José Alfredo Jiménez. Porque En el principio fue José Alfredo y: Si nos dejan nos vamos a vivir a un mundo nuevo.
Misa fronteriza es
una crítica a la violencia que reina entre Baja California y Nuevo León
por el control de “la migra” y por las guerras del narcotráfico; pero
también está dedicada a los millones de personas que arriesgan su vida
cruzando mares y desiertos en sus desesperados intentos por escapar de
la violencia global. Fuente : link
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